lunes, 28 de septiembre de 2009

Frankenstein: la pesadilla de la joven Mary Wollstonecraft

Casi aterra pensar que el germen del que se considera uno de los grandes mitos modernos, Frankenstein, fue concebido por la imaginación de una joven de apenas diecinueve años: Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851). Durante el extraño verano de 1816 (llamado "el año sin verano", precisamente, porque las circunstancias climatológicas fueron realmente adversas, quizá como consecuencia de la erupción del Tambora), Mary y su amante, el poeta Percy Bysshe Shelley, visitaron a su amigo lord Byron en Suiza. En la mítica Villa Diodati, donde estaban alojados, pasaban los días leyendo relatos de terror, dado que las enojosas lluvias y el frío impedían paseos y excursiones. Una noche, Byron propuso a sus huéspedes y a su médico personal, el doctor Polidori, idear el cuento más terrorífico que pudieran imaginar, y Mary soñó y creó Frankenstein. La joven comenzó a escribir su relato meses más tarde y recurrió a su marido para que corrigiera el texto. Esta versión conjunta, de Mary y Percy, publicada en 1818, es la que ha llegado a nuestros días. Hasta ahora.
El profesor norteamericano Charles E. Robinson, especialista en literatura romántica anglosajona, descubrió en la Biblioteca Bodleiana de Oxford el manuscrito primigenio de Frankenstein que redactó su autora, Mary, con las anotaciones y añadidos de Percy. En un trabajo ímprobo, consiguió delimitar qué pertenecía a la mano de Shelley y qué correspondía a su joven esposa, estudiando sus caligrafías, las imperfecciones del papel, las marcas de agua, etcétera.
Espasa Clásicos publica en un solo volumen el Frankenstein que elaboraron Mary y Percy y la versión inédita de Mary, ésta en páginas tintadas en un elegante tono gris que se advierte a primera vista. Se trata de una cuidadísima edición que satisfará las exigencias de los especialistas, cumplirá a la perfección con el lector común y asombrará a los fans de la novela de terror. La moderna, impactante y espléndida cubierta anticipa la magnífica labor que atesoran sus páginas: una ajustada traducción, notas de precisión textual e históricas y una esmerada y prolija tarea tipográfica que permite distinguir los añadidos, las supresiones y los cambios del borrador original. Finalmente, el volumen se completa con todos los textos imprescindibles que enmarcan la obra (cartas, prólogos, introducciones históricas, etcétera). No es difícil aventurar que este Frankenstein marcará un antes y un después en la publicación de este clásico.

Ya has leído esta extraña y aterradora historia, Margaret, ¿y no sientes que se te hiela la sangre de horror, como se me congela incluso a mí en este preciso instante? A veces, atrapado en un repentino ataque de angustia, no podía continuar su relato; en otras ocasiones, su voz, quebrada y emocionada, profería las palabras que he transcrito. Sus hermosos y encantadores ojos ahora se encendían de indignación, ahora se apagaban hasta el abatimiento más penoso y una infinita desdicha.

Wollstonecraft, Mary y Shelley, Percy B., Frankenstein [Frankenstein, or the Modern Prometheus. The Original Two-Volume Novel of 1816-1817 from the Bodleian Library Manuscripts], Espasa Calpe, Madrid, 2009. Edición e introducción de Charles E. Robinson; traducción de José C. Vales. Cartoné con sobrecubierta, 400 páginas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Nancy Mitford: el triunfo del humor inglés


Después de publicar las espléndidas Amor en clima frío, A la caza del amor y La bendición, de Nancy Mitford (1904-1973), Libros del Asteroide nos deleita con la divertidísima No se lo digas a Alfred. De nuevo nos encontramos con algunos de los deliciosos e hilarantes personajes que ya aparecían en sus anteriores novelas, esta vez en París, adonde se trasladan Fanny y Alfred cuando a éste lo nombran embajador de Inglaterra en la capital francesa. Fanny tendrá que lidiar con todo tipo de extravagantes situaciones y delirantes aristócratas en su condición de esposa del embajador, y no sólo eso: también deberá ocuparse de solucionar los problemas sentimentales de sus amigos y reparar los desmanes de sus hijos. Su vida en la embajada está a años luz de su anterior y apacible existencia oxoniense.
Como nos tiene felizmente acostumbrados, Nancy Mitford exhibe en esta novela su chispeante ingenio y su despiadada sátira de los círculos sociales más elevados, que conocía muy bien. Hija primogénita del barón de Redesdale, su infancia transcurrió entre clases de francés y de equitación. Desde joven se dedicó a escribir y mantenía una columna diaria en el London Sunday Times. En 1933 se casó con el aristócrata Peter Rodd; fue una unión condenada al fracaso: su marido era infiel por naturaleza y el trabajo no le gustaba en exceso. Después de la guerra, se trasladó a vivir a París con el coronel francés Gaston Palewski, relación que terminó cuando éste se enamoró de otra aristócrata. Con el tiempo, Nancy se convirtió en todo un personaje de la sociedad parisina y era muy apreciada por su fino sentido del humor.
Las hermanas Mitford -Nancy, Pamela, Diana, Unity, Jessica y Deborah- conforman una de las sagas más excéntricas que ha dado la aristocracia inglesa. La biblioteca de Redfield Hall guarda en sus anaqueles el maravilloso The Mitfords. Letters Between Six Sisters (HarperCollins, Londres, 2007), a la espera de que algún editor, más pronto que tarde, se atreva a publicarlo en español.

Aquí hay una pareja que se llama Tournon. Son mariposas mundanas, guapos, encantadores, perfectamente inútiles. Son los Tournon verdaderos. Pero hay otros Tournon. Él es diputado, un joven brillante especializado en el mundo de las finanzas, muy trabajador, ambicioso, subsecretario en el Parlamento. Su mujer es una física prominente. A pesar de que él parece predestinado a ser primer ministro y de que es probable que ella acabe ganando el Premio Nobel, en todo París se les conoce como los "falsos Tournon". Pues bien, si hubieses invitado a las dos parejas, según el protocolo, los Tournon falsos, elegidos por el pueblo, deberían tener prioridad sobre los otros Tournon. Entonces los Tournon verdaderos pondrían sus platos al revés y dirían: "Il y a un erreur". Ya veo que lo has entendido perfectamente.

Mitford, Nancy, No se lo digas a Alfred [Don't Tell Alfred], Libros del Asteroide, Barcelona, 2009. Traducción de Milena Busquets. Rústica, 312 páginas.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Una reunión en el querido y delicioso Wessex


Los miembros del Club de Naturaleza y Arqueología de Wessex, reunidos en un museo municipal, se disponen a comenzar una de sus sesiones de trabajo, que habitualmente versan sobre "mariposas deformes, cuernos de buey fosilizados y montículos de excrementos prehistóricos". No sólo imparten conferencias, también programan excursiones por los alrededores. Una inesperada tormenta les impide moverse del museo durante el fin de semana, situación que aprovechan para aplicarse a uno de sus divertimentos preferidos: narrar las sorprendentes y entretenidas historias de Un grupo de nobles damas. El resultado es una sucesión de breves narraciones a la altura literaria del siempre genial Thomas Hardy.
Thomas Hardy (1840-1928) trabajó en su juventud como arquitecto hasta que abandonó este oficio para dedicarse a la literatura. Una de sus primeras novelas, Lejos del mundanal ruido, le procuró un gran éxito. Empezó entonces a codearse con otros autores, como Henry James o Robert Browning, y pronto obtuvo prestigio y solvencia económica con sus siguientes obras. Cuando publicó Jude el oscuro, una de sus mejores novelas, la crítica le vapuleó. Como consecuencia, Hardy tomó la decisión de no volver a escribir prosa y se dedicó a la poesía hasta su muerte. Su cuerpo reposa en el llamado Rincón de los Poetas, en la abadía de Westminster, aunque su corazón descansa en la tumba de su primera esposa.
Alba Editorial añade la magnífica Un grupo de nobles damas a la nómina de obras que ya ha publicado de Thomas Hardy: El alcalde de Casterbridge, Jude el oscuro y Lejos del mundanal ruido. El gusto por la estética dieciochesca, marca de la editorial, se vislumbra ya en la cubierta, con una imagen de la condesa Lavinia Spencer, retratada por sir Joshua Reynolds en 1781. Sólo es un pequeño aperitivo de las grandes satisfacciones que estas páginas depararán al lector.

Llegó la temporada en que era costumbre entre las familias distinguidas visitar los balnearios, y sir Ashley persuadió a su esposa para que lo acompañase con Dorothy. Todas las personas de renombre acudirían ese año a la cita. De esa misma región de Inglaterra irían muchos conocidos, entre otros lord y lady Purbeck, el conde y la condesa de Wessex, sir John Grebe, los Drenkhard, lady Stourvale, el anciano duque de Hamptonshire, el obispo de Melchester, el deán de Exonbury y otras luminarias menores de la corte, el púlpito y la campiña.

Hardy, Thomas, Un grupo de nobles damas [A Group of Nobles Dames], Alba Editorial, Barcelona, 2009. Traducción de Catalina Martínez Muñoz. Rústica, 312 páginas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Las vírgenes sabias: cruel retrato de familia


Cuando Enrique Redel, al frente de Impedimenta, y sus compañeros del grupo Contexto comenzaron a publicar, los lectores supieron que se empezaban a editar textos con la pasión y el interés que el oficio requiere. Después de muchos títulos y experiencias, Impedimenta propone ahora Las vírgenes sabias, de Leonard Woolf. Todos los detalles están cuidados: en la sobrecubierta, un magnífico óleo del pintor prerrafaelita John Everett Millais (1829-1896), famosísimo por su Ofelia, recibe al lector junto a la elegante y sobria tipografía inconfundible de Impedimenta. (El lector no debe olvidar retirar la sobrecubierta y admirar el retrato de las gemelas Kate y Grace Hoare).
Las vírgenes sabias (1914) es un certero y cruel retrato de la sociedad inglesa de la época, con sus miserias y prejuicios. La historia gira en torno al joven y atormentado Henry (trasunto del autor) y sus relaciones: las que establece en Londres con las hermanas Lawrence, libres, intelectuales, estimulantes; y las que entabla en el barrio de las afueras en el que reside con la familia Garland, cuyos miembros le resultan aburridos, embusteros y patéticos.
Leonard Woolf (1880-1969), conocido sobre todo por ser el marido de Virginia Woolf, fue uno de los componentes del célebre Círculo de Bloomsbury. Se casó con la escritora en 1912 y apenas un mes después de su boda comenzó a escribir esta novela. Camilla, una de las hermanas Lawrence, es el álter ego de Virginia. Cuando ésta leyó el manuscrito, sufrió uno de sus primeros ataques nerviosos, y cuando se publicó, la propia familia del autor le retiró la palabra, porque sus miembros se vieron cruelmente ridiculizados en el relato: había expresado en él todo aquello que se veía incapaz de proclamar en el mundo real e hipócrita en el que vivía.

Era una tarde de junio en el suburbio de Richstead. Sobre el jardín de los Garland se derramaba el calor del verano. La señora Garland no era una virgen en el sentido estricto de la palabra, pero sí era una viuda con cuatro hijas todavía puras [...]. El jardín no contenía trazas de elemento masculino alguno. No podían apreciarse lugares donde la tierra apareciera desnuda, señalando o ensuciando el césped cuadrado y perfecto. [...] El orgullo de la señora Garland y de Ethel, May y Gwen era el espectáculo ofrecido por los dorados lirios del valle y las rosas ordenadas en los círculos y las medias lunas, los cuales, tras una seria consideración, habían sido recortados en el césped. En éste, los lirios destacaban como vírgenes y las rosas florecían.

Woolf, Leonard, Las vírgenes sabias [The Wise Virgins], Impedimenta, Madrid, 2009. Traducción e introducción de Marian Womack. Rústica con sobrecubierta, 328 páginas.